Mitos y leyendas sobre las frutas y hortalizas



La cada vez mayor preocupación por la salud y el culto al cuerpo hace que en muchas ocasiones, nos dejemos guiar por consejos de terceros que en algunos casos nos resultan de gran utilidad pero que, en otros, están plagados de absolutas falsedades.

Y es que muchos de los hábitos alimenticios que tenemos emanan de la tradición oral: pequeños consejos que se han ido transmitiendo de generación en generación, recomendaciones de supuestos expertos nutricionistas, en definitiva, recomendaciones dietéticas cuya procedencia no está contrastada científicamente o procede de fuentes poco fiables.

Para romper de una vez por todas con esas falsas creencias, la organización interprofesional de frutas y hortalizas de Andalucía, Hortyfruta, y la Asociación “5 al día” han elaborado un informe con el que se quiere explicar científicamente y poner al descubierto muchos de esos mitos que condicionan nuestros hábitos alimenticios.

La fruta como postre engorda: No existe ninguna razón científica que sustente esta afirmación, si bien es cierto que si una persona toma una o dos raciones de fruta antes de la comida, tenderá a comer menos después, pero de ahí a afirmar que engorda hay mucho camino que algunos se han encargado de recorrer.

Las frutas ácidas adelgazan: La premisa a tener en cuenta con todos los alimentos, es que ninguno engorda, pero tampoco hay alimentos que adelgacen. Es una cuestión de equilibrio: lo ingerido y lo gastado. Es cierto que existen alimentos muy ricos en energía y otros no, en este último están todas las frutas, que aunque las haya más o menos dulces o ácidas, son muy bajas en calorías, y para perder peso y estar sanos…valen las dos.

Las fresas son afrodisíacas: Su forma, color, brillo, textura, momentos asociados, en fin… muchas razones podrían avalar esta afirmación. Pero la ciencia, de momento, no ha encontrado ninguna asociación con esta aseveración.

Las naranjas, zanahorias y melocotones son alimentos bronceadores: No es una casualidad que todos sean de color anaranjado… en efecto, su color se debe a los betacarotenos, una familia de compuestos activos con un gran poder antioxidante, que no broncean, pero sí protegen a las células de la piel de las dañinas radiaciones solares. Por eso, no sólo hay que tomar frutas coloreadas para proteger nuestra piel, sino que además debemos tomar otras medidas físicas.

La sandía y el melón son desaconsejable para los diabéticos: La diabetes responde a la alteración de los niveles de azúcar (glucosa) en la sangre, y por lo tanto deben controlarse las cantidades y los tipos de alimentos que contengan hidratos de carbono (pan, pasta, arroz, patatas, frutas, bebidas, etc), ya que pueden acarrear subidas importantes de la glucemia (nivel de glucosa en sangre) y tener efectos negativos. Es cierto que las frutas tienen azúcar, pero en su mayoría en forma de fructosa que no tiene un efecto tan directo sobre la glucemia, pero sin entrar en el debate del tipo de azúcar, más que la variedad de fruta (podrían incluirse otras como los higos, el plátano o las uvas) es la cantidad que se tome y el momento en el que se ingieren.
De este modo, es recomendable tomar al menos 3 raciones de frutas al día, incluso para una persona que padezca diabetes, variadas y porciones de frutas, medianas o pequeñas, preferentemente de postre o acompañando a otros alimentos, y mejor enteras que en zumos (el azúcar se absorbe más rápidamente por la menor cantidad de fibra).

Comer la fruta con piel es más nutritivo: Una parte de la fibra y muchas sustancias activas se encuentran en mayor proporción en la piel de las frutas, especialmente las que tienen colores vivos, pero también están en la pulpa. Por ejemplo, la piel de la naranja es muy rica en Vitamina C y aceites esenciales, pero la pulpa es más rica. Otras como la manzana o las ciruelas pierden parte de sus propiedades al pelarlas, pero en su interior aún contienen importantísimas cantidades de nutrientes. Por eso, con piel o sin piel, pero fruta cada día. Es muy importante que si se prefiere comer la fruta con piel, se lave adecuadamente para eliminar restos de sustancias diversas.

Las verduras pierden sus propiedades si las congelas: Comer verduras congeladas es una buena forma de tomar verduras de “temporada”, se recolectan en su mejor momento nutritivo. La congelación requiere un escaldado previo que elimina las sustancias que pueden afectar negativamente a las verduras durante la congelación. Es cierto que su textura y color se ven afectadas, pero no así su valor nutritivo que se mantiene prácticamente igual a las frescas.

Las hortalizas crudas tienen más propiedades que las cocinadas: De la amplia cantidad de sustancias presentes en las hortalizas, algunas de ellas son sensibles a las altas temperaturas, por ejemplo la vitamina C, que se pierde casi en su totalidad; sin embargo, muchas otras como por ejemplo el licopeno, potente antioxidante presente en los vegetales rojos, aumenta su capacidad de ser absorbido cuando hacemos un sofrito, salteado o salsa. Por otra parte, no debemos olvidar que las verduras y hortalizas cocinadas se digieren mucho mejor que las crudas. Además, las verduras y hortalizas hervidas pierden parte de sus nutrientes en el agua de cocción, por lo que es muy importante adecuar la cantidad de agua o hacer cocciones al vapor.

Las verduras pueden perder sus propiedades si las cueces más de la cuenta. Así es, algunas vitaminas son sensibles al calor como la C, la niacina o el ácido fólico, por lo que las cocciones prolongadas reducen considerablemente su contenido.

Comer melón por la noche resulta indigesto. La afirmación viene avalada, incluso, por el refranero popular, “el melón por la mañana oro, por la tarde plata y por la noche mata”. Seguro que el que lo dijo pasó una mala noche. En estos casos debemos considerar la tolerancia individual a los alimentos y no hacer caso de lo que le puede “sentar mal” a otros. Pero sí es cierto que el melón y la sandía son frutas muy ricas en agua que “cuando se toman en exceso y en una sola toma” pueden diluir el ácido del estómago y dificultar la digestión.

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