El jarabe de maíz de alta fructosa contiene derivados de mercurio
Por El Poder del Consumidor, traducción: Yunuen Rivera.
Los trastornos de aprendizaje infantil son problemas que cada vez se asocian más con factores dietéticos como la ingesta de colorantes, la contaminación con mercurio y las deficiencias de minerales, condiciones presentes en un amplio rango de alimentos procesados.
Es el caso de la dieta que incluye jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS, por su sigla en inglés) y otros aditivos alimenticios, la cual puede provocar deficiencias de algunos minerales que los seres humanos necesitan para expulsar sustancias tóxicas, como el mercurio que contienen esos aditivos.
Las evidencias de cómo se relacionan este tipo de factores con los crecientes problemas de desarrollo infantil han sido expuestas en un estudio publicado en Behavioral and Brain Functions Journal (Revista de las Funciones Cerebrales y de Conducta, octubre de 2009). El artículo propone un nuevo modelo, mediante una observación individualizada de los factores relacionados con la dieta, para explicar cómo pueden estar interactuando los aspectos alimenticios hasta ocasionar trastornos en el aprendizaje, un problema que cada día se considera más grave.
El artículo titulado “La exposición al mercurio, las deficiencias nutrimentales y los trastornos alimenticios pueden afectar el aprendizaje de los niños” fue realizado por Renee Default, ex investigador de la Administración de Alimentos y Medicamentos en Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) y por David Wallinga, del Instituto de Agricultura y Políticas de Comercio, entre otros autores. Además, el artículo recoge los resultados de prestigiadas investigaciones anteriores.
Por ejemplo, cita el caso ampliamente estudiado del mercurio, que puede acumularse en el cerebro si no logra ser eliminado del cuerpo. Este metal es tóxico para los cerebros jóvenes y en desarrollo, incluso con unos minutos de exposición. Asimismo, cita que el zinc es un mineral esencial para mantener los procesos metabólicos necesarios para remover el mercurio del cuerpo.
Menos conocida, sin embargo, es la evidencia de que una dieta que incluye jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS, por su sigla en inglés) y otros aditivos alimenticios puede provocar a los individuos deficiencias de zinc y de otros oligoelementos (un tipo de minerales que los seres humanos necesitan en pequeñas cantidades). Además, este modelo de investigación revela que existe una relación entre el creciente consumo de estos aditivos y los problemas de desarrollo infantil, mismos que han aumentado en los últimos años.
No es casual que la exposición al mercurio, incluyendo aquella que no tiene que ver con la dieta, ha sido relacionada con el incremento de autismo y la demanda de servicios de educación especial. Además, los autores del estudio revisaron las cifras oficiales desde la década de 1980 y encontraron que la mayor cantidad de casos diagnosticados como Trastornos del Espectro de Autismo en California coincidió con el más alto consumo de jarabe de maíz de alta fructosa en Estados Unidos.
En un artículo especializado publicado también en 2009 en Environmental Health (Salud Ambiental), algunos científicos detectaron mercurio en muestras comerciales de este jarabe de maíz (HFCS), recogidas por la FDA en 2005. El artículo advierte que los cloroalcalinos presentes en la molécula del mercurio han sido utilizados históricamente en la manufactura de diferentes aditivos alimenticios, entre ellos los colorantes como el Amarillo 5, el Amarillo 6 (FD&C yellow 5, FD&C yellow 6) y el jarabe de maíz de alta fructosa.
“Dado que muchos desórdenes de conducta y alimenticios en los niños van en aumento”, dice David Wallinga, “es imperativo que tomemos medidas en diferentes niveles para eliminar la exposición innecesaria al mercurio y a otros conocidos tóxicos cerebrales a los que todavía exponemos a los niños. En el mundo real de la comida actual y en el ambiente químico que hemos creado, los niños están expuestos de múltiples formas a muchos y diferentes químicos tóxicos. Las investigaciones recientes examinan esta exposición y sus efectos sobre la salud. En esta época en la que los costos de salud aumentan, es crucial que las políticas públicas tomen en cuenta estas investigaciones en la creación de regulaciones de los químicos industriales y de la comida”.
“El vacío legal que permite a la industria de la comida usar ingredientes que contienen mercurio en la dieta de los niños debe ser eliminado”, agrega Wallinga.
En el congreso de los Estados Unidos se discute una nueva legislación, Mercury Pollution Reduction Act, que propone actuar en ese sentido. Asimismo, dependencias con el IATP está proponiendo cambiar la forma en que los químicos tóxicos son regulados en Estados Unidos, a fin de garantizar un sistema alimentario saludable.
Los trastornos de aprendizaje infantil son problemas que cada vez se asocian más con factores dietéticos como la ingesta de colorantes, la contaminación con mercurio y las deficiencias de minerales, condiciones presentes en un amplio rango de alimentos procesados.
Es el caso de la dieta que incluye jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS, por su sigla en inglés) y otros aditivos alimenticios, la cual puede provocar deficiencias de algunos minerales que los seres humanos necesitan para expulsar sustancias tóxicas, como el mercurio que contienen esos aditivos.
Las evidencias de cómo se relacionan este tipo de factores con los crecientes problemas de desarrollo infantil han sido expuestas en un estudio publicado en Behavioral and Brain Functions Journal (Revista de las Funciones Cerebrales y de Conducta, octubre de 2009). El artículo propone un nuevo modelo, mediante una observación individualizada de los factores relacionados con la dieta, para explicar cómo pueden estar interactuando los aspectos alimenticios hasta ocasionar trastornos en el aprendizaje, un problema que cada día se considera más grave.
El artículo titulado “La exposición al mercurio, las deficiencias nutrimentales y los trastornos alimenticios pueden afectar el aprendizaje de los niños” fue realizado por Renee Default, ex investigador de la Administración de Alimentos y Medicamentos en Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) y por David Wallinga, del Instituto de Agricultura y Políticas de Comercio, entre otros autores. Además, el artículo recoge los resultados de prestigiadas investigaciones anteriores.
Por ejemplo, cita el caso ampliamente estudiado del mercurio, que puede acumularse en el cerebro si no logra ser eliminado del cuerpo. Este metal es tóxico para los cerebros jóvenes y en desarrollo, incluso con unos minutos de exposición. Asimismo, cita que el zinc es un mineral esencial para mantener los procesos metabólicos necesarios para remover el mercurio del cuerpo.
Menos conocida, sin embargo, es la evidencia de que una dieta que incluye jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS, por su sigla en inglés) y otros aditivos alimenticios puede provocar a los individuos deficiencias de zinc y de otros oligoelementos (un tipo de minerales que los seres humanos necesitan en pequeñas cantidades). Además, este modelo de investigación revela que existe una relación entre el creciente consumo de estos aditivos y los problemas de desarrollo infantil, mismos que han aumentado en los últimos años.
No es casual que la exposición al mercurio, incluyendo aquella que no tiene que ver con la dieta, ha sido relacionada con el incremento de autismo y la demanda de servicios de educación especial. Además, los autores del estudio revisaron las cifras oficiales desde la década de 1980 y encontraron que la mayor cantidad de casos diagnosticados como Trastornos del Espectro de Autismo en California coincidió con el más alto consumo de jarabe de maíz de alta fructosa en Estados Unidos.
En un artículo especializado publicado también en 2009 en Environmental Health (Salud Ambiental), algunos científicos detectaron mercurio en muestras comerciales de este jarabe de maíz (HFCS), recogidas por la FDA en 2005. El artículo advierte que los cloroalcalinos presentes en la molécula del mercurio han sido utilizados históricamente en la manufactura de diferentes aditivos alimenticios, entre ellos los colorantes como el Amarillo 5, el Amarillo 6 (FD&C yellow 5, FD&C yellow 6) y el jarabe de maíz de alta fructosa.
“Dado que muchos desórdenes de conducta y alimenticios en los niños van en aumento”, dice David Wallinga, “es imperativo que tomemos medidas en diferentes niveles para eliminar la exposición innecesaria al mercurio y a otros conocidos tóxicos cerebrales a los que todavía exponemos a los niños. En el mundo real de la comida actual y en el ambiente químico que hemos creado, los niños están expuestos de múltiples formas a muchos y diferentes químicos tóxicos. Las investigaciones recientes examinan esta exposición y sus efectos sobre la salud. En esta época en la que los costos de salud aumentan, es crucial que las políticas públicas tomen en cuenta estas investigaciones en la creación de regulaciones de los químicos industriales y de la comida”.
“El vacío legal que permite a la industria de la comida usar ingredientes que contienen mercurio en la dieta de los niños debe ser eliminado”, agrega Wallinga.
En el congreso de los Estados Unidos se discute una nueva legislación, Mercury Pollution Reduction Act, que propone actuar en ese sentido. Asimismo, dependencias con el IATP está proponiendo cambiar la forma en que los químicos tóxicos son regulados en Estados Unidos, a fin de garantizar un sistema alimentario saludable.
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