Más acerca de la obesidad infantil

por Mª Jesús Gallardo Prieto


Uno de cada cuatro niños tiene exceso de peso. Más de mil millones de personas en el mundo tienen sobrepeso y, de ellos, unos trescientos millones se pueden considerar obesos. Especialmente alarmante ha sido el incremento de la obesidad en niños y adolescentes durante los últimos treinta años, constituyendo el desorden nutricional más frecuente en los países desarrollados, a la vez que se han multiplicado otros trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia. Paradójicamente, el estigma social de la gordura coincide con esta enfermedad crónica que la Organización Mundial de la Salud no ha dudado en calificar de auténtica «epidemia del siglo XXI».

La persistencia de la obesidad infantil trae consigo consecuencias físicas y psicológicas que afectan de forma considerable la calidad de vida del niño.

Se ha comprobado que los niños obesos tienen más síntomas depresivos, mayor ansiedad y menor autoestima que los que no lo son, indicios que normalmente aparecen como consecuencia de ser el centro de las burlas. Los problemas psicológicos suelen ser diferentes en función del sexo, los niños sufren a veces una discriminación añadida porque suelen ser torpes en los deportes, y a esas edades el éxito deportivo está muy relacionado con el éxito social. Los niños gordos son los últimos elegidos en los juegos, lo que les crea inseguridad. Entre las niñas, la obesidad o un sobrepeso leve incrementan de manera considerable el riesgo de sufrir trastornos de alimentación como anorexia y bulimia en la adolescencia. Las niñas están sometidas a estereotipos culturales con una exagerada valoración de la delgadez, por eso el sobrepeso genera malestar emocional.

Consecuencias a corto plazo:
Alteraciones psicosociales, incluso en edades tempranas; burlas y marginación por parte de otros niños.


Consecuencias a medio plazo:
Aumenta la incidencia de diabetes tipo 2, principal causa de mortalidad cardiovascular, alteraciones respiratorias y cutáneas, mayor riesgo de intolerancia a la glucosa, hipertensión arterial y alteraciones del colesterol y triglicéridos.


Consecuencias a largo plazo:
Aumenta el riesgo de obesidad en edad adulta en un 75 por ciento de los casos y por tanto de padecer enfermedades cardiovasculares.

FACTORES A TENER EN CUENTA:

-Dieta desequilibrada: ingerir exceso de grasas (margarina, mantequilla…), proteínas (carne, embutidos…) e hidratos de carbono sencillos (refrescos, lácteos azucarados…), en detrimento de alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (cereales, legumbres…). Es una dieta basada en precocinados, fritos y platos rápidos, con abundante bollería, lo contrario de la dieta mediterránea.

-Sedentarismo: Los niños cada vez son mas sedentarios (televisión, ordenador, videojuegos…)

-Modas y presión publicitaria: La televisión ejerce una enorme presión en los niños proponiendo una dieta rica en bollos y comida rápida.

-Medicamentos: Hay fármacos para niños que siguen un tratamiento crónico que contribuyen a acumular grasa en el cuerpo, como los antidrepesivos de origen tricíclico o con corticoides.

-Factores socio-culturales

Objetivos requeridos para corregir la obesidad:

Mejorar los hábitos alimentarios con una alimentación atractiva.

Incrementar la actividad física.

Pactar con el niño – adolescente la pérdida de peso.

Mantener la pérdida de peso.

Preservar el gusto y la satisfacción por la comida.

Mejorar la calidad de vida.


Medidas básicas para el tratamiento:

Dieta con restricción energética.

Aumento de la actividad física.

Apoyo familiar.

Aplicación de técnica sencilla de modificación de la conducta.

Reeducación nutricional.


EJERCICIO:
El ejercicio constituye una medida complementaria a la dieta. En primer lugar hay que hacer una valoración de la actividad física del niño. La intensa actividad espontánea de los niños más pequeños hace que en ellos no sea obligado un programa especial de actividad física. En el niño un poco mayor hay que intentar promover actividades lúdico-deportivas en grupo y disminuir las horas dedicadas a ver la televisión, jugar con los ordenadores y videojuegos; se puede incrementar la actividad física con actitudes tan sencillas como subir algún tramo de escaleras a pie, caminar al menos 15 minutos diarios, y otros pequeños detalles.

La mejor manera de evitar la obesidad es recuperar los hábitos de vida saludables y hacer ejercicio físico. Los niños aprenden de dos formas: con las normas y por observación. Los hijos necesitan normas en la alimentación como en todo lo demás. No se trata de ser estrictos, pero sí de tener criterios claros y aplicarlos. Debe haber normas que digan cuánto, cuándo y qué hay que comer; es lógico que los niños no entiendan por qué no deben comerse un pastelito antes de la hora de la comida, por eso una tarea fundamental de los padres es enseñarles a comer.

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