Come saludable
Por Vanessa Pérez / El Universal
Aquella frase popular “somos lo que comemos” no está nada alejada de la realidad; y es que la comida y bebidas que elegimos para alimentarnos se convierten en factores importantes que determinan la salud de las personas.
Es por ello que nace la macrobiótica, un estilo de vida que pone énfasis en la importancia de formular una dieta apropiada para mantener el cuerpo y el alma saludables por mucho tiempo.
El término se deriva de los vocablos griegos “macro” (que significa grande o largo) y “bios” (que quiere decir vida) y se cree que el primero en utilizarlo fue Hipócrates, el padre de la medicina de Occidente.
Tiempo después, estas ideas fueron retomadas y desarrolladas de forma más amplia por el filósofo japonés George Oshawa y es por ello que se le acuña el título de “padre de la macrobiótica”.
Las enseñanzas de Oshawa llegaron a Estados Unidos, a finales de la década de los 50, en donde sus pupilos Herman y Cornelia Aihara, Michio y Aveline Kushi y Adelbert Nelissen han difundido la teoría.
“La macrobiótica no es más que una relación entre nosotros y lo que comemos, por ello su propuesta se basa en la idea de que el ser humano es el resultado de la influencia que ejerce el medio ambiente en la gama de comida y su diaria interacción social con el clima y la geografía en la que vive”, mencionó Adelbert Nelissen, director del Kushi Institute de Macrobiótica de Europa.
Este principio único determina que los alimentos que están más alejados del hombre en la cadena evolutiva —como los cereales, las frutas y las verduras— son la base adecuada de una excelente alimentación, mientras que los próximos a él —como las carnes y los lácteos— resultan perjudiciales al organismo.
“La regla de oro es llegar a una armonía con la naturaleza por medio de la elección de alimentos ‘biológicos’; consumir una cocina menos procesada y más natural que no sólo le brindará bienestar al organismo, sino también felicidad que es el principio básica de una vida larga y plena”, agregó Nelissen.
Ying-Yang
La dieta macrobiótica clasifica a los alimentos en dos categorías: ying (alimentos pasivos) y yang (alimentos activos), símbolo asignado al principio de la vida por la cultura oriental.
Algunos de los productos que se encuentran en ying son: lácteos, azúcar, fruta tropical —plátano, mango, kiwi, papaya y sandía, alcohol, miel, pescado, mariscos, papas, ajo, berenjena, tomate, pan blanco, embutidos, especias, alimentos procesados, conservas, colorantes, y huevos.
Por su parte, a la yang le corresponden las comidas saladas, las carnes rojas, el café, la sal, los quesos, los cereales —por ejemplo trigo, centeno, maíz, cebada y avena—, las legumbres, las algas marinas y las vitaminas como la A, B, D, E y K.
“Lo importante es reconocer las propiedades de los alimentos de ying-yang , mismas que pueden medirse por su acidez, color, forma, sabor y concentración de humedad que contienen, para dejar de comer ‘venenos’ como las grasas saturadas y los azúcares”, explica el experto.
Por ello las personas que siguen esta filosofía de vida evitan consumir carnes rojas, azúcares y lácteos que se sustituyen por vegetales de hoja verde, ya que contienen una gran cantidad de vitaminas, calcio, potasio, ácido fólico y hierro.
De esta forma, los cereales integrales, las frutas, las verduras y el pescado conforman la base de su pirámide nutrimental.
Algunos tips para hacer más efectiva la dieta son comer sentado, con calma y procurar disfrutar de ese momento, así como masticar lentamente para acelerar el metabolismo.
Además de la alimentación balanceada se recomienda practicar alguna actividad deportiva o recreativa.
Beneficios
“No hay enfermedad que no pueda curar o evitar la macrobiótica pues al comer solamente cosas naturales el organismo se mantiene completamente estable”, afirmó Maricruz Lamas, experta en el tema.
Algunos de los padecimientos que se evitan al llevar este estilo de vida son los problemas del corazón, la diabetes, irregularidades en el sistema digestivo, enfermedades cutáneas, acné y cáncer.
Y además brinda una estabilidad emocional, desapareciendo el estrés, la ansiedad y el insomnio, provocando una sensación de plena felicidad y satisfacción.
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