Educación chatarra… comida chatarra
Jaime Navia Antezana / Cambio de Michoacán
Desde hace varios meses el tema de los alimentos conocidos como chatarra ha estado en la discusión del Congreso y sonado constantemente en los medios. Muchos son los tópicos relacionados, vamos metiendo hilo para ver qué hebra sacamos.
Un primer nivel de análisis tiene que ver con el objetivo subyacente de eliminar este tipo de alimentos de la dieta de los niños (no nos hagamos, también de los adultos), para prevenir la obesidad y tantas enfermedades asociadas a la mala alimentación. Sin duda, loable la iniciativa que fue aprobada por el Legislativo, a pesar de las intensas acciones de las empresas productoras de chatarra que, a su costumbre, invirtieron dinero y tiempo para hacer “lobby” con los diputados. Por supuesto que esto no nos sorprende, es lo menos que se puede esperar de la voraz maquinaria consumista. Lo que tenemos que destacar es que algunas de estas empresas ya comenzaron con nuevas formas de posicionarse y estrategias para no perder sus mercados.
Esto nos lleva a un segundo nivel de análisis. Es el convenio-acuerdo entre una de las más grandes transnacionales y la Secretaría de Educación Pública (SEP). “Como parte de este convenio de colaboración para renovar hábitos alimenticios en las escuelas públicas del país, la SEP y el Grupo PepsiCo distribuirán en primarias y secundarias públicas un programa de cómputo interactivo, por el cual se enseñará a niños y jóvenes los principios para tener una vida saludable”. Este proyecto pretende distribuir “una herramienta pedagógica basada en un programa de cómputo interactivo que apoya la enseñanza de una alimentación correcta y la necesidad de realizar actividad física regularmente”. A pesar que en el acuerdo participan también la Comisión Nacional del Deporte (Conade) y el Instituto Latinoamericano para la Comunicación Educativa (ILCE), no queda para nada claro hasta dónde los programas de cómputo van a ser un vector para el desarrollo integral de los niños.
Por el contrario, surgen muchas dudas sobre cómo esta empresa transnacional va a generar productos nutritivos y cómo estos productos podrían posicionarse en las escuelas. ¿No será importante abrir los ojos en este sentido? ¿O acaso las papas y refrescos vendrán ahora como complementos alimenticios? Juzgue usted, estimado lector, en este respecto.
Pero el asunto de los alimentos chatarra no sólo está en boca de todos por las buenas intenciones de la iniciativa mencionada o los intereses de las empresas. Hay algunos puntos que han salido a la luz pública en las últimas semanas. El primero se refiere a la situación de las cooperativas escolares que han sido, son y seguro seguirán siendo un negocio de los maestros, los padres de familia y en muchos casos de particulares. ¿Cómo se pretende ordenar la venta de este tipo de productos cuando los intereses tanto de los propios socios como de las mismas empresas distribuidoras están en juego? La firma del convenio que mencionamos en el párrafo anterior es una muestra que las empresas están un paso adelante. Asimismo una nota publicada en un medio muestra la inconformidad manifiesta de algunos maestros michoacanos ante los efectos que esta nueva norma tendría en sus escuelas (léase cooperativas).
Otro punto interesante es la opinión que los propios niños tienen ante la posibilidad que en sus escuelas se deje de vender comida chatarra. Un sondeo de opinión realizado por el Departamento de Investigación y Difusión de la Universidad Don Vasco en Uruapan, muestra algunos aspectos que seguro a ningún legislador o sus asesores se les había ocurrido. En primer lugar ninguno de los niños sabía de la mera intención de legislar al respecto. Asimismo, influenciados con la pregunta algunos niños reaccionaron de manera positiva ante la iniciativa. Pero una vez que tuvieron la confianza y las preguntas fueron dirigidas a que externaran realmente lo que piensan, casi el total de los niños y niñas argumentaron en contra de esta ley y, más aún, fueron explícitos en señalar: “…Si dejan de vender en las escuelas, pues la compramos afuera…”. Los comentarios de estos niños sugieren la siguiente idea: ¿Cómo pretende esta ley regular a las tienditas alrededor de las escuelas o a los montones de puestos improvisados, pero permanentes, que se extienden en plena banqueta a la hora de la salida?
No menos importante es lo que nosotros como padres hacemos en nuestras casas. Cada reunión, en una fiesta, incluso a la hora de los alimentos importantes, muchos tenemos sobre la mesa alguno de estos productos chatarra. Con este ejemplo es muy difícil que cualquier ley, por buena que sea, se convierta en la solución. Por otro lado, muchos de nosotros dejamos en los maestros la responsabilidad total de la educación de nuestros hijos, este podría ser un pretexto más para desentendernos de un problema que es mucho más grave que la obesidad. La mala alimentación no contribuye al buen desarrollo intelectual del niño, es factor de déficit de atención, así como limita la concentración y por supuesto el desarrollo biológico.
Para fortalecer esta iniciativa seguro tendremos que utilizar más que una neurona de nuestro cerebro. Esperamos que esto se refleje en kilos de nuestros cuerpos, pero sobre todo se convierta en un verdadero y serio proceso de aprendizaje personal y familiar.
Desde hace varios meses el tema de los alimentos conocidos como chatarra ha estado en la discusión del Congreso y sonado constantemente en los medios. Muchos son los tópicos relacionados, vamos metiendo hilo para ver qué hebra sacamos.
Un primer nivel de análisis tiene que ver con el objetivo subyacente de eliminar este tipo de alimentos de la dieta de los niños (no nos hagamos, también de los adultos), para prevenir la obesidad y tantas enfermedades asociadas a la mala alimentación. Sin duda, loable la iniciativa que fue aprobada por el Legislativo, a pesar de las intensas acciones de las empresas productoras de chatarra que, a su costumbre, invirtieron dinero y tiempo para hacer “lobby” con los diputados. Por supuesto que esto no nos sorprende, es lo menos que se puede esperar de la voraz maquinaria consumista. Lo que tenemos que destacar es que algunas de estas empresas ya comenzaron con nuevas formas de posicionarse y estrategias para no perder sus mercados.
Esto nos lleva a un segundo nivel de análisis. Es el convenio-acuerdo entre una de las más grandes transnacionales y la Secretaría de Educación Pública (SEP). “Como parte de este convenio de colaboración para renovar hábitos alimenticios en las escuelas públicas del país, la SEP y el Grupo PepsiCo distribuirán en primarias y secundarias públicas un programa de cómputo interactivo, por el cual se enseñará a niños y jóvenes los principios para tener una vida saludable”. Este proyecto pretende distribuir “una herramienta pedagógica basada en un programa de cómputo interactivo que apoya la enseñanza de una alimentación correcta y la necesidad de realizar actividad física regularmente”. A pesar que en el acuerdo participan también la Comisión Nacional del Deporte (Conade) y el Instituto Latinoamericano para la Comunicación Educativa (ILCE), no queda para nada claro hasta dónde los programas de cómputo van a ser un vector para el desarrollo integral de los niños.
Por el contrario, surgen muchas dudas sobre cómo esta empresa transnacional va a generar productos nutritivos y cómo estos productos podrían posicionarse en las escuelas. ¿No será importante abrir los ojos en este sentido? ¿O acaso las papas y refrescos vendrán ahora como complementos alimenticios? Juzgue usted, estimado lector, en este respecto.
Pero el asunto de los alimentos chatarra no sólo está en boca de todos por las buenas intenciones de la iniciativa mencionada o los intereses de las empresas. Hay algunos puntos que han salido a la luz pública en las últimas semanas. El primero se refiere a la situación de las cooperativas escolares que han sido, son y seguro seguirán siendo un negocio de los maestros, los padres de familia y en muchos casos de particulares. ¿Cómo se pretende ordenar la venta de este tipo de productos cuando los intereses tanto de los propios socios como de las mismas empresas distribuidoras están en juego? La firma del convenio que mencionamos en el párrafo anterior es una muestra que las empresas están un paso adelante. Asimismo una nota publicada en un medio muestra la inconformidad manifiesta de algunos maestros michoacanos ante los efectos que esta nueva norma tendría en sus escuelas (léase cooperativas).
Otro punto interesante es la opinión que los propios niños tienen ante la posibilidad que en sus escuelas se deje de vender comida chatarra. Un sondeo de opinión realizado por el Departamento de Investigación y Difusión de la Universidad Don Vasco en Uruapan, muestra algunos aspectos que seguro a ningún legislador o sus asesores se les había ocurrido. En primer lugar ninguno de los niños sabía de la mera intención de legislar al respecto. Asimismo, influenciados con la pregunta algunos niños reaccionaron de manera positiva ante la iniciativa. Pero una vez que tuvieron la confianza y las preguntas fueron dirigidas a que externaran realmente lo que piensan, casi el total de los niños y niñas argumentaron en contra de esta ley y, más aún, fueron explícitos en señalar: “…Si dejan de vender en las escuelas, pues la compramos afuera…”. Los comentarios de estos niños sugieren la siguiente idea: ¿Cómo pretende esta ley regular a las tienditas alrededor de las escuelas o a los montones de puestos improvisados, pero permanentes, que se extienden en plena banqueta a la hora de la salida?
No menos importante es lo que nosotros como padres hacemos en nuestras casas. Cada reunión, en una fiesta, incluso a la hora de los alimentos importantes, muchos tenemos sobre la mesa alguno de estos productos chatarra. Con este ejemplo es muy difícil que cualquier ley, por buena que sea, se convierta en la solución. Por otro lado, muchos de nosotros dejamos en los maestros la responsabilidad total de la educación de nuestros hijos, este podría ser un pretexto más para desentendernos de un problema que es mucho más grave que la obesidad. La mala alimentación no contribuye al buen desarrollo intelectual del niño, es factor de déficit de atención, así como limita la concentración y por supuesto el desarrollo biológico.
Para fortalecer esta iniciativa seguro tendremos que utilizar más que una neurona de nuestro cerebro. Esperamos que esto se refleje en kilos de nuestros cuerpos, pero sobre todo se convierta en un verdadero y serio proceso de aprendizaje personal y familiar.
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