Sobre Obesidad y Cultura

Del Blog de Strategic Consulting
(http://blogs.strat-cons.com/)

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La obesidad infantil (y del adulto) es ya considerada como una emergencia epidemiológica en México. El encontrar y analizar las causas de fondo, más allá de sólo buscar culpables, es fundamental para poder garantizar un éxito en los planes para el combate de esta enfermedad.

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Recientemente se ha tocado, el tema de la gran incidencia y prevalencia de obesidad infantil en nuestro país.

Con bastante razón, se ha culpado del problema a la dieta y productos que nuestros niños consumen mientras asisten a las escuelas.

La discusión ha llegado a tomar sin embargo, algunos tintes poco objetivos (no diremos facciosos), al culpar exclusivamente a los llamados “alimentos chatarra” los cuales se consumen durante los recreos escolares y que se encuentran a la venta en las “tienditas” y cooperativas escolares.

El afán (sí) de encontrar culpables de la afección a la salud a los niños mexicanos, entre la industria alimentaria trasnacional (y nacional) y hacerles pagar por ello, nos ha hecho perder de vista un componente fundamental del problema: Nuestra cultura alimentaria familiar básica.

Recientemente el Dr. Agustín Lara Esqueda, del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud, ha dado a conocer una importante encuesta que demuestra tres hechos incontrovertibles:

1. Más del 50% de los alimentos que se expenden en las tiendas y cooperativas escolares son de origen “casero” producidos o cocinados in situ por los mismos maestros o autoridades del plantel. La característica fundamental de estos productos: son fritos en aceite.

2. La mayor parte de los niños en edad escolar se encuentran sobrealimentados (en términos calóricos) por la rutina alimentaria de la familia y las actividades del día.

3. La cantidad de ejercicio y actividad física que los niños realizan en la escuela, no alcanza las expectativas mínimas de los objetivos de la SEP.

La conclusión es clara: los “alimentos chatarra” juegan un papel importante en la generación de obesidad en los niños, sí; la cultura de lo que comemos en familia y como lo comemos… también.

Aunque solemos dar por hecho que nuestro ambiente familiar es intrínsicamente seguro y que las tradiciones mexicanas (tan “nuestras”) están libres de todo pecado, es importante hacer notar algunas peculiaridades que seguramente influyen en la obesidad de nuestra población.

* El abandono temprano de la lactancia materna, a cambio de una fórmula láctea que seguramente es endulzada con miel de maíz en el biberón.

* La abundante ingesta de atoles como sustituto de la leche, desde la primera infancia.

* La ingesta rutinaria de refrescos, ojo: no sólo en la escuela, sino como bebida de uso común en casa.

* La rutinaria saborización de la leche con aditivos como el chocolate (y la dosis concomitante de azúcar).

* La combinación de diversos carbohidratos en tamales, tortas, tacos y otros platillos elaborados a base de harinas refinadas. Muchos niños asisten a la escuela habiendo desayunado una torta de tamal, la cual se puede comprar… afuera de la escuela.

* La escasez y desprecio de nuestra cultura hacia la ingesta de verduras y frutas.

* La ausencia casi total de pescado en la dieta de la población en México.


Estas y otras muchas costumbres alimentarias están muy seguramente contribuyendo a la obesidad en México, tanto en niños como en adultos.

Sin embargo, esta ha sido una parte importante de la ecuación que no se ha querido ver de forma objetiva y en algunos casos se ha soslayado intencionalmente.

Como ya lo hemos comentado, muchos actores (algunos con voces políticas) quieren a toda costa encontrar culpables entre la industria de alimentos y botanas.

Ciertamente que la industria alimentaria tiene una importante tarea que cumplir con el fin de coadyuvar a detener este problema; sin embargo, se requiere un cambio cultural y de hábitos (usos y costumbres) profundo, si realmente queremos resolverle desde su verdadera raíz.

Para la Dra. Olga Georgina Martínez Montañez, epidemióloga, experta en salud pública y escritora en su blog Hygia ; el problema cultural es muy complejo (por lo menos, más de lo que yo observo):

“Cultura o transculturización? Facilidad o economía? Videojuego, tele o parque de diversiones? Seguridad, oferta de alimentos…”

“Hay factores sociales y económicos, el riesgo de obesidad aumenta a menor escolaridad y menor nivel socioeconómico…”

El problema no es fácil y para demostrarlo basten algunas preguntas:

* Si se “legisla” una prohibición al consumo (total, parcial o modificado) de “alimentos chatarra” en las escuelas, ¿esto incluirá las fritangas que se venden en las escuelas?

* ¿Quién y cómo establecerá la norma para calificar a un alimento como “chatarra”?


* ¿Cómo se promoverá una alimentación sana y ordenada con familias de madres trabajadoras con tiempo escaso para alimentar a sus hijos?

* ¿Como cambiaremos la costumbre de endulzar la leche o de ofrecer atole a los niños como sustituto de esta?

* ¿Como educar en el bajo consumo de refrescos (en la escuela y la casa) si son más baratos que la leche?

* ¿Existirá una forma económica y viable de proveer (y enseñar a consumir) pescado a la población mexicana?

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