¿Superalimentos enriquecidos o comida chatarra disimulada?

Desde margarinas que se publicitan como beneficiosas para el corazón hasta cereales azucarados para fortalecer los huesos, algunos alimentos que solían tener mala reputación son provistos de nutrientes para darles un aspecto más saludable. Y los consumidores se están tragando el anzuelo, aun en los casos en que no son más que comida chatarra poco disimulada.

Un informe difundido el jueves halló que aun en una economía débil, la gente pagará extra por productos que puedan prevenir problemas de salud o suministren buenas alternativas a las gaseosas y bocadillos desprovistos de calorías. El informe procede de la firma de investigación Pricewaterhouse Coopers.

Estos productos incluyen santos y villanos: jugos que suministran a los niños el calcio que necesitan, pero también golosinas disfrazadas de barras de granola con una pizca de nutrientes cacareados por la publicidad.

La industria califica estos productos de "nutracéuticos" o "alimentos funcionales". Los detractores objetan que podrían hacer que la gente consuma demasiada cantidad de algunos nutrientes, además de un exceso de calorías y grasas.

Marion Nestle, científica alimentaria de la Universidad de Nueva York, advierte que "los alimentos funcionales responden a la comercialización y no a la salud".

"Hacen creer a la gente que son saludables" y con frecuencia les hacen comer más de lo prudente, agregó.

Su lista de objeciones incluye una barra de golosina con cafeína y vitaminas B, comercializada como "estimulante energético" y helados de crema engordantes enriquecidos con calcio y con bacterias benéficas llamadas probióticos.

Otros expertos en nutrición se preocupan del exceso de un ingrediente beneficioso. Los estudios distan de ser definitivos, pero algunos sugieren que consumir demasiadas vitaminas A, C, E y ácido fólico puede ser riesgoso para determinadas personas.

El ácido fólico, por ejemplo, es "terreno ignoto" debido a la cantidad de alimentos que lo contienen, dijo la nutricionista Alice Lichtenstein de la Universidad Tufts. "Realmente no sabemos hasta dónde es seguro llegar".

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