¿Ahora sí, adiós a la alimentación chatarra en la escuela?
La formación de hábitos en los niños tiene dos espacios privilegiados para su enseñanza: el seno familiar y la escuela, y en esta última los niños están lejos de la vigilancia paterna y son presa fácil de las grandes transnacionales dedicadas a inundar todas las escuelas del país de frituras y refrescos, que no nutren y sí enferman
CAMBIO DE MICHOACÁN
Por Gerardo Mora Camacho
La aprobación de la iniciativa de reforma a la Ley de Educación para eliminar la venta de alimentos chatarra en escuelas públicas de educación básica es un
paso importante en beneficio de los 300 mil de los casi un millón de alumnos de la entidad que padecen sobrepeso. El decreto señala que los «supuestos alimentos» son bajos en calidad nutricional, lo que incrementa la obesidad en niños y jóvenes en la población michoacana, en detrimento de la salud pública estatal.
Y es que la formación de hábitos en los niños tiene dos espacios privilegiados para su enseñanza: el seno familiar y la escuela, y en esta última los niños están lejos de la vigilancia paterna y son presa fácil de las grandes transnacionales dedicadas a inundar todas las escuelas del país de frituras y refrescos, que no nutren y sí enferman. Por ello es de enorme trascendencia esa reforma referida a la normatividad en la expedición de alimentos en disposiciones relativas a los aspectos sanitarios y de calidad nutricional de las cooperativas, tiendas escolares.
Ya desde el 2006 se había planteado el tema. Las comisiones de Educación y Salud de la anterior Legislatura habían señalado los diversos problemas de salud generados a partir del consumo de este tipo de productos de origen transnacional. Y no se trata únicamente de obesidad sino, inclusive, de problemas de aprendizaje relacionados con la pésima nutrición de los escolares. En aquella ocasión los ahora ex diputados Minerva Bautista y Alejandro Méndez Martínez, buscaron impulsar la mejora en los productos que se ofrecen en las tiendas y cooperativas de las once mil escuelas de Michoacán. Una de las ideas de aquella iniciativa era certificar a las escuelas que cumplieran con medidas de prevención de enfermedades.
Y es que el aspecto de la nutrición en nuestro país tiene varias facetas que lo convierten en un problema de salud pública en sus dos extremos: la desnutrición y la obesidad. Factores económicos, culturales, educativos y hábitos alimenticios tradicionales, aunados a la incorporación en el mercado de productos chatarra, altos en grasas, azúcares, sales y conservadores hacen que en una misma familia puedan existir miembros con cierto grado de desnutrición en tanto otros padezcan obesidad. En ambos casos las probabilidades de desarrollar cuadros de diabetes, hipertensión y ateroesclerosis en la vida adulta, así como muerte prematura, se incrementa.
En México padecen desnutrición la quinta parte de la población del medio rural y el siete por ciento de los habitantes en los sectores urbanos; pero al mismo tiempo somos el segundo lugar en problemas de obesidad, sólo después de los Estados Unidos.
El año pasado los datos arrojados por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública, señalan que más de un millón de niños mexicanos menores de cinco años de edad, 12.7 por ciento de la población de ese rango, padecen desnutrición crónica y a la vez reveló que el 70 por ciento de los adultos padecen sobrepeso y en niños el 26 por ciento de los que están entre los cinco y once años de edad ya presentan este problema, situación que no se ha visto en ningún otro lugar del mundo.
La iniciativa prevé que en las instituciones escolares se dejen de vender productos no nutritivos, y ahora los encargados de esos espacios deberán aprender a ofrecer alimentos que no sean de los conocidos como chatarra (refrescos, papas fritas, golosinas, etcétera) y vender alimentos que sean del agrado de los niños pero que sean nutritivos.
Actualmente en las cooperativas escolares del país los niños gastan 20 mil millones de pesos al año, de los cuales 97 por ciento se destina a la compra de alimentos chatarra y sólo tres por ciento a frutas y ensaladas. Y es que los niños son literalmente «bombardeados» por la publicidad de ese tipo de productos a razón de 39 mensajes publicitarios por hora en un solo canal, de los cuales 17 corresponden a alimentos no recomendables para la salud infantil. Esta cifra, por cierto, coloca a México en el primer lugar en anuncios televisivos de comida chatarra, destinados principalmente al público infantil.
La normatividad bajo la cual operarán las cooperativas y tiendas escolares puede ligarse perfectamente con un programa intensivo de información amplia y veraz sobre los daños ocasionadas a la salud de los niños por el consumo de alimentos chatarra, y de educación a los padres sobre las diversas alternativas que hay de altos contenido nutricional que, incluso, pueden resultar mucho más baratas, además de sanas.
Es importante que en los hogares de los niños haya congruencia con la propuesta que se maneje en la escuela al niño para evitar una información doble que lo puede confundir.
El reto no es fácil. Somos una sociedad de consumo en la que esta comida chatarra, sustentada en enormes y costosísimos programas de publicidad, ha echado raíces. La comida rápida, pasar a la tiendita de la esquina para comprar el lunch del niño o darle dinero para el recreo es un hábito en muchas familias.
Pero lo bueno de los hábitos es que no nacemos con ellos sino que los aprendemos. Así como se nos enseñó (o mal enseñó) a no nutrirnos adecuadamente ahora podemos esforzarnos por aprender e incorporar nuevos hábitos en este sentido. Debemos aprovechar la nueva legislación, de lo contrario los problemas de salud tanto para los adultos como para nuestros niños se incrementarán a futuro.
CAMBIO DE MICHOACÁN
Por Gerardo Mora Camacho
La aprobación de la iniciativa de reforma a la Ley de Educación para eliminar la venta de alimentos chatarra en escuelas públicas de educación básica es un
paso importante en beneficio de los 300 mil de los casi un millón de alumnos de la entidad que padecen sobrepeso. El decreto señala que los «supuestos alimentos» son bajos en calidad nutricional, lo que incrementa la obesidad en niños y jóvenes en la población michoacana, en detrimento de la salud pública estatal.
Y es que la formación de hábitos en los niños tiene dos espacios privilegiados para su enseñanza: el seno familiar y la escuela, y en esta última los niños están lejos de la vigilancia paterna y son presa fácil de las grandes transnacionales dedicadas a inundar todas las escuelas del país de frituras y refrescos, que no nutren y sí enferman. Por ello es de enorme trascendencia esa reforma referida a la normatividad en la expedición de alimentos en disposiciones relativas a los aspectos sanitarios y de calidad nutricional de las cooperativas, tiendas escolares.
Ya desde el 2006 se había planteado el tema. Las comisiones de Educación y Salud de la anterior Legislatura habían señalado los diversos problemas de salud generados a partir del consumo de este tipo de productos de origen transnacional. Y no se trata únicamente de obesidad sino, inclusive, de problemas de aprendizaje relacionados con la pésima nutrición de los escolares. En aquella ocasión los ahora ex diputados Minerva Bautista y Alejandro Méndez Martínez, buscaron impulsar la mejora en los productos que se ofrecen en las tiendas y cooperativas de las once mil escuelas de Michoacán. Una de las ideas de aquella iniciativa era certificar a las escuelas que cumplieran con medidas de prevención de enfermedades.
Y es que el aspecto de la nutrición en nuestro país tiene varias facetas que lo convierten en un problema de salud pública en sus dos extremos: la desnutrición y la obesidad. Factores económicos, culturales, educativos y hábitos alimenticios tradicionales, aunados a la incorporación en el mercado de productos chatarra, altos en grasas, azúcares, sales y conservadores hacen que en una misma familia puedan existir miembros con cierto grado de desnutrición en tanto otros padezcan obesidad. En ambos casos las probabilidades de desarrollar cuadros de diabetes, hipertensión y ateroesclerosis en la vida adulta, así como muerte prematura, se incrementa.
En México padecen desnutrición la quinta parte de la población del medio rural y el siete por ciento de los habitantes en los sectores urbanos; pero al mismo tiempo somos el segundo lugar en problemas de obesidad, sólo después de los Estados Unidos.
El año pasado los datos arrojados por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública, señalan que más de un millón de niños mexicanos menores de cinco años de edad, 12.7 por ciento de la población de ese rango, padecen desnutrición crónica y a la vez reveló que el 70 por ciento de los adultos padecen sobrepeso y en niños el 26 por ciento de los que están entre los cinco y once años de edad ya presentan este problema, situación que no se ha visto en ningún otro lugar del mundo.
La iniciativa prevé que en las instituciones escolares se dejen de vender productos no nutritivos, y ahora los encargados de esos espacios deberán aprender a ofrecer alimentos que no sean de los conocidos como chatarra (refrescos, papas fritas, golosinas, etcétera) y vender alimentos que sean del agrado de los niños pero que sean nutritivos.
Actualmente en las cooperativas escolares del país los niños gastan 20 mil millones de pesos al año, de los cuales 97 por ciento se destina a la compra de alimentos chatarra y sólo tres por ciento a frutas y ensaladas. Y es que los niños son literalmente «bombardeados» por la publicidad de ese tipo de productos a razón de 39 mensajes publicitarios por hora en un solo canal, de los cuales 17 corresponden a alimentos no recomendables para la salud infantil. Esta cifra, por cierto, coloca a México en el primer lugar en anuncios televisivos de comida chatarra, destinados principalmente al público infantil.
La normatividad bajo la cual operarán las cooperativas y tiendas escolares puede ligarse perfectamente con un programa intensivo de información amplia y veraz sobre los daños ocasionadas a la salud de los niños por el consumo de alimentos chatarra, y de educación a los padres sobre las diversas alternativas que hay de altos contenido nutricional que, incluso, pueden resultar mucho más baratas, además de sanas.
Es importante que en los hogares de los niños haya congruencia con la propuesta que se maneje en la escuela al niño para evitar una información doble que lo puede confundir.
El reto no es fácil. Somos una sociedad de consumo en la que esta comida chatarra, sustentada en enormes y costosísimos programas de publicidad, ha echado raíces. La comida rápida, pasar a la tiendita de la esquina para comprar el lunch del niño o darle dinero para el recreo es un hábito en muchas familias.
Pero lo bueno de los hábitos es que no nacemos con ellos sino que los aprendemos. Así como se nos enseñó (o mal enseñó) a no nutrirnos adecuadamente ahora podemos esforzarnos por aprender e incorporar nuevos hábitos en este sentido. Debemos aprovechar la nueva legislación, de lo contrario los problemas de salud tanto para los adultos como para nuestros niños se incrementarán a futuro.
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