Desnutrición infantil, un demonio discreto



La desnutrición en la actualidad es la enfermedad de mayor concurrencia en los países en vías de desarrollo. Al interferir en el desempeño normal de la persona, la imposibilita de realizar sus actividades en un estado óptimo. De esta manera, retrasa a quien la padece y no avanza junto con el resto de la sociedad.

En los niños el problema va más allá, pues se encuentran en una etapa de crecimiento y desarrollo con altos requerimientos de nutrientes.

En América Latina, la desnutrición alcanza cifras de hasta 2 mil muertes diarias, según reportes de la Organización Mundial de la Salud.

Cuando un niño no recibe una alimentación adecuada y entra a un estado de desnutrición, los problemas físicos y psicológicos que enfrenta lo colocan en una seria desventaja frente a otros niños que reciben una alimentación balanceada.

Gran parte del problema de la desnutrición es la ignorancia. El simple hecho de no conocer las consecuencias de que un niño no consuma la suficiente cantidad de energéticos, propicia que el problema se incremente.

En los niños la desnutrición se manifiesta a través de una desaceleración en el crecimiento y, en ocasiones, se presenta incluso una regresión en el desarrollo.
Esta situación se puede agravar ya que es difícil recuperar el crecimiento perdido en la infancia.

La identificación oportuna de la desnutrición es un factor esencial para mejorar la evolución del niño, cuanto antes se detecte es mejor para la recuperación.

El consumo de alimentos chatarra afecta el balance de los nutrientes necesarios que el organismo requiere y, poco a poco, los niños afectados van perdiendo las reservas nutricionales del organismo hasta que se llega al punto de la enfermedad conocida como desnutrición.

El problema se manifiesta al principio con una baja función general, pérdida de fuerzas, sueño constante, acumulación de líquidos; se nota también por la inflamación del estómago.

También se ven los niños cansados, sin ánimo ni ganas. El cabello se cae, la piel se reseca o está muy sensible, las uñas quebradizas, la vista cansada.

Un signo de que la baja cantidad de nutrientes lleva tiempo, es la debilidad de los huesos y el pobre crecimiento de estos a comparación de los otros niños.

En ocasiones, el cuerpo padece enfermedades que impiden que no se absorban todos los alimentos que entran al cuerpo.

Por eso son importantes las vitaminas, las proteínas, el calcio y los carbohidratos, para que los nutrientes que se ingieren, se absorban directamente.

Se recomiendan cuidados especiales cuando se trata de recién nacidos, niños hasta la secundaria y en madres embarazadas. Lo mismo en personas de la tercera edad.

Es importante asesorarse por un doctor cuando se tiene un familiar que padece la enfermedad.

El tratamiento de la desnutrición debe ser individual porque las necesidades específicas son diferentes.

Cuanto menor es el niño, mayores los efectos a largo plazo que puede traer la enfermedad; Así, como a mayor tiempo en que se ha dado la falta de nutrientes más lenta la recuperación.

Aprender a comer frutas, verduras, carnes, queso y leche.

Tomar aguas frescas en lugar de refrescos embotellados.

Atender las diarreas y vómitos de inmediato, hidratar el cuerpo.

Visitas periódicas al médico.

Asignar una partida económica para los alimentos nutritivos.

Enseñar a los hijos una cultura de alimentación balanceada.

Informarse sobre suplementos alimenticios y tomar los adecuados.

Planear gastos familiares, para atender las necesidades de alimentación balanceada y el cuidado de la salud, favoreciendo la comida nutritiva en lugar de la chatarra y fomentando hábitos de comidas balanceadas, de limpieza personal y de sueño adecuado para llevar una vida sana.

Desayunar todos los días es uno de los hábitos más recomendables para conservar la salud.

Un desayuno nutritivo proporciona energía, prepara al cuerpo para rendir a lo largo del día y refuerza el cerebro, facilitando la concentración y el buen uso de la memoria.

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